martes, 19 de abril de 2011

Los días a la mitad

Tú, que tanto te quejas de que los días son muy cortos, te tengo una mala noticia. Los ojos de Laura lagrimearon. Era como si el mundo tuviera un fin. ¿Quién podría vivir días más cortos aún? Laura, que tanto amaba la luz, viviría días de cuatro o cinco horas. Nada podía ir peor.

miércoles, 6 de abril de 2011

La noche interminable

Le lanzó un anzuelo a una de las esquinas de la noche. La noche quiso aguantar, pero otro anzuelo al otro lado fue fulminante. La noche no pudo más: tuvo que ir tras ella, como un papalote, viajando por todo el mundo.

domingo, 3 de abril de 2011

Los libros apilados de Laura

En el buró de Laura (bajo una luz de 25 watts amarillenta, junto a un muñeco que alguna vez fue marioneta, una botella de agua sin etiqueta, varias marcas de goma de mascar, una manzana a la mitad y restos de migajas que limpiará antes de dormir) se apilan (sin seguir un orden específico, sino como han llegado a su vida) los libros que Laura cree que leerá muy pronto (aunque en el fondo sabe que la pila llegará al techo y entonces tendrá que crear una nueva pila -aunque para ello tendrá muchas dudas-) y, los títulos, como han venido apareciendo son:
- Técnicas de animación
- Los prejuicios y los prejuiciosos
- Especies de Madagascar
- Lonely Planet Turquía
- Las palabras y las cosas
- Rizoma
- El proceso
- Rayuela
- La vida según Cortázar
- De Cronopios, Famas y otras faunas
- Clavicordio
- El sonido y la furia


Y así hasta el techo.

viernes, 1 de abril de 2011

La mañana aún sin lluvia

La lluvia se aproxima, dijo un pequeño muy pequeño, tan pequeño que no podía decir si era hombre u otra cosa. ¿Dónde? - preguntó Laura. Allá - dirigió el pequeño muy pequeño con su pequeño dedo hacia el enorme horizonte. Laura se tapó el sol con una mano, resopló, pensó si era necesaria tanta explicación y luego volvió a preguntar: ¿Dónde? Caminaron por toda la casa, de la cual solamente quedaban rumores, paredes a la mitad y una que otra sombra. La última pared se había derrumbado en el último temblor. Solamente quedaban unos ladrillos apilados, luego un despeñadero y más allá, mucho más allá, la lluvia. Sintió frío, mucho frío y añoró que no hubiera ya closets ni ropa en la casa. El gris fue engullendo el cielo.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Una noche con nuevas estrellas

Mira los puntos, que no son puntos, son lejanas luces que vienen hasta aquí después de miles de años - le dijo. Laura veía con grandes ojos. Su abuelo sonreía cuando veía esos ojos. La noche cayó como un telón. Caminando de vuelta a casa, Laura recordó a su abuelo. Recordó el sonido de las chicharras. El calor de la noche cerca de los Andes, cuando habían noches con calor. Si es que habían. Caminaban horas para llegar a casa. Alguna vez (Laura no supo pues estaba muy distraída viendo un zurco en la tierra) cayó uno de los puntos, dejó un cráter en la tierra y su abuelo explicó que esas cosas simplemente pasan.

martes, 29 de marzo de 2011

Un sueño de Laura

Aquí termina el sueño, decía el letrero. Laura despertó. No pudo borrar la mueca de tristeza. Fue al espejo y ahí dejó un rastro de mueca. Vió el amanecer por la ventana y ahí dejó un rastro de mueca. En el autobus, cuando viajaba a la universidad, dejó rastros de mueca en los pasajeros. En clase golpeaba el lápiz contra el escritorio. Alguien le pidió que por favor, no más. Respondió con una sonrisa a medias. Hacia el mediodía por fin había olvidado el letrero del sueño.

domingo, 27 de marzo de 2011

Cómo Laura encontró su nombre

Abrió el closet y una avalancha de papeles se vino encima. A juzgar por los colores creyó que eran cartas, pero pronto encontró pedazos de periódicos, libros, recetas, directorios telefónicos. En el suelo había una nueva alfombra. Se hincó. Pocas veces llovían recuerdos. Pocas veces llovían recuerdos ajenos. Con sus pequeñitos dedos tomó una hoja de directorio. Los nombres de mujeres estaban señalados con un marcador. Varias páginas mostraban Mariana, Griselda, Paola, Lucía, Gisela (que nombre más horrible, peor incluso que Griselda), otra Paola (¿para qué señalar varias Paolas?) Luisa, Carmen... Se aburrió muy pronto. Tiró el directorio y buscó otro papel. Una lista escrita a mano tachoneaba varios nombres. Varias Anas resaltaban por un círculo, óvalo o raya en rojo. Había incluso una Ana escrita junto a una Ana impresa. Tiró el papel y metió las manos al montón, cerrando los ojos como si fuera a descubrir un tesoro y quisiera abrir los ojos y encontrarlo. La tapa de un libro la hizo extraer el pesado objeto. No quiso abrir los ojos aún. Sintió que algo vibraba tras la pasta dura y verde (que no veía pero intuía) y lentamente abrió el libro. Una mano invisible la guiaba. Escuchó como los años guardados, sin despegarse las hojas, se abrían como un girasol hace por la mañana. Comenzó a reir, mientras abría los ojos y en una página, subrayado con un lápiz muy fino, descubría su nombre: Laura.